Andrés Camilo Hernández Ramírez ha sido durante los últimos años una de las personas más cercanas al presidente de Colombia, Gustavo Petro. Fue director de comunicaciones de su campaña en 2017-2018 y su jefe de prensa en el Senado hasta 2022. Petro lo nombró cónsul de Colombia en México en febrero de 2023, pese a que no tenía ninguna experiencia diplomática. Un año después, el Consejo de Estado anuló su designación por esa carencia, pero hace unos meses el presidente lo nombró de nuevo. Durante su trabajo en el Consulado, Hernández ha estado involucrado en irregularidades con el uso del dinero público, ha sido denunciado penalmente por estafa a una subalterna y ha acumulado deudas millonarias. Estos líos de plata afectan a quien actúa como notario fuera de Colombia, encargado de autenticar firmas o legalizar documentos, además de ordenar el gasto público. EL PAÍS revela recibos de bancos, conversaciones de WhatsApp, informes de la Cancillería e investigaciones judiciales que ponen en duda su idoneidad como funcionario.
Sonia Cuesta trabajó por 26 años en el Consulado. Ahorró un pequeño porcentaje de su sueldo cada mes, un dinero que tenía previsto para su vejez. En agosto de 2023, cuando cumplió su sueño de pensionarse y regresar a Colombia, había juntado 24.564 dólares, un poco más de 100 millones de pesos colombianos. Estaba encargada de los trámites de las visas. Su jefe directo era el cónsul. Sonia cuenta en diálogo con EL PAÍS que Hernández se le acercó desde que llegó a México: “Era muy amable conmigo, muy empático. Me preguntaba cosas de mi vida privada, me pedía favores, muchas tardes me decía que lo acompañara a tomar café”. Recuerda que Hernández le contaba qué música le gustaba, le hablaba de su familia, de sus problemas, y recalcaba que era muy amigo del presidente. “Poco a poco fue generando confianza, nunca me imaginé que se fuera a robar mi dinero”, dice por teléfono.
Los problemas para Sonia comenzaron el 14 de agosto de 2023, según la denuncia por estafa que ha interpuesto ante la Fiscalía su abogado, Hernando Benavides. Ella debía cerrar su cuenta de ahorros en México y el cónsul la acompañó al banco a hacer el trámite. Allí le dijeron que solo podían transferirle el dinero cuando tuviera una cuenta en Colombia. El jefe y amigo le ofreció recibir el dinero en su cuenta, y se comprometió a enviárselo cuando ella se lo pidiera. Era un favor. Sonia le transfirió a Hernández 15.000 dólares (ver anexo), y unos días más tarde, los 9.564 dólares restantes. “Después me dediqué a cerrar mi casa. No me pude llevar nada, ni mis muebles, ni mis libros, ni mucha ropa. Pensé que un tiempo después podría traer todo a Colombia con ese dinero. No he podido aún”, cuenta. El cónsul le hizo una fiesta de cumpleaños, con globos y ponqué, y una despedida. “Le dije, ‘acuérdese de que esta plata es todo lo que tengo, son mis ahorros de toda la vida”.
Sonia llegó a Colombia el 10 de septiembre de 2023, abrió una cuenta y le escribió a Hernández para pedirle el dinero. Ahí empezaron las excusas, evasivas y pretextos de él; y los ruegos, las súplicas y el llanto de ella. Tres meses después, el cónsul le mandó 2.000 dólares; luego dejó de responderle. Angustiada, Sonia le ofreció que le transfiriera el dinero a una amiga o a su hija, ambas en México, para que evitara pagar un giro internacional, una de las excusas recurrentes. Sonia averiguó en su banco, y le dijeron que no había problema, que podía enviar el dinero a Colombia en cuestión de minutos. Hernández no le volvió a mandar nada.
Varios meses más tarde, el cónsul la llamó. Le dijo que estaba en un concierto de Adele en Las Vegas, Estados Unidos, y que se acordaba mucho de ella, pero ni rastro del dinero. “Seguro se gastó mi dinero en esos paseos”, dice resignada. Sonia viajó a México para intentar recuperar su plata. Llegó al consulado de sorpresa, y logró que Hernández fuera a una oficina del banco al que ella le había transferido los ahorros. Cuenta que Hernández entraba a las oficinas de los funcionarios bancarios, decía que se le había bloqueado la cuenta y que no podía sacar esos montos. Tras mucha insistencia, le entregó 3.000 dólares. Después, de nuevo, desapareció.
Con miedo, Sonia buscó a un abogado. Hicieron un requerimiento formal ante el diplomático y el consulado. “No se explica cómo y por qué usted incumple con la restitución de tales valores que fueron entregados de confianza; y que corresponden a ahorros que por años la señora Cuesta hizo de los ingresos que percibió como empleada del Consulado. De la misma manera que ella realizó la transferencia a su cuenta, usted puede hacerlo a la cuenta de ella”, se lee en el documento. Según Sonia y su abogado, sigue pendiente el giro de 19.564, dólares, unos 80 millones de pesos. Ese es el monto de la denuncia por estafa.
La denuncia narra que Hernández solo contestó cuando el Consejo de Estado anuló su nombramiento. El 9 de julio escribió: “Hola Sonia, estaré la otra semana en Bogotá para comenzar a entregarte el dinero”. Sonia se ilusionó. “Si, señor, quedo atenta”; “Cónsul a qué hora nos vemos para la entrega del dinero”; “me urge”. De nuevo Hernández desapareció. En diálogo con EL PAÍS, Hernández inicialmente aseguró que no tenía deudas con ninguno de sus subalternos. Minutos después, ante una pregunta específica por Sonia, dijo que era “un préstamo que le había hecho una amiga” y que lo terminaría de pagar en noviembre, una deuda personal de la que prefería no dar detalles. Al final, afirmó que no había entregado el dinero porque en México “es muy fuerte el tema del lavado de activos. No le dejan a uno hacer transacciones tan grandes”.
Sonia y su abogado insisten en que el cónsul se aprovechó de su poder y de su cargo para quedarse con un dinero ajeno. “El señor Hernández Ramírez se niega a reintegrar las sumas de dinero, lo cual constituye un detrimento patrimonial de mi intercedida e injustificado incremento del Cónsul, quien indujo y mantuvo en error a la señora Cuesta Monroy por medio de artificios y engaños, para ahora aducir que dichos valores fueron producto de un préstamo, lo cual no es cierto”, se lee en la demanda en poder de EL PAÍS, “pues se trataba solamente de un favor al que se ofreció Hernández Ramírez, aspectos indicadores de que su conducta es falaz, temeraria y fraudulenta”. La Fiscalía ya investiga a Andrés Hernández por este caso.
Paz y salvo sin firma por una cuenta de 12.700 dólares con la Cancillería
Además de la denuncia de Sonia, una respuesta de un derecho de petición firmado por la Cancillería señala que el 5 de julio de este año, cuando Hernández entregó el cargo por la decisión del Consejo de Estado, no tenía el paz y salvo de la Dirección Administrativa y Financiera del Ministerio a su desempeño. El motivo para que los funcionarios de esa oficina no lo firmaran era una cuenta pendiente por 12.700 dólares.
Los documentos demuestran que el Consulado contrató a un profesional en derechos humanos por ese monto, sin la autorización requerida. El cónsul es el ordenador y el responsable del gasto. Un documento interno muestra el manejo inadecuado de los recursos públicos, pues la Cancillería le envió una solicitud formal para que devolviera el dinero: “Se solicita el reintegro de los recursos, dado que la oficina consular manifiesta que no cuenta con la autorización por parte de la Dirección Administrativa y Financiera, incumpliendo con lo establecido en el parágrafo 4, del artículo 8 de la resolución 1134 del 2022″. Hasta el día de la respuesta al derecho de petición, el pasado 9 de octubre, Hernández no había entregado el dinero. “A la fecha no se evidencia el reintegro de los recursos correspondientes a la Relación de Gasto 43 del 2024, en el Sistema de Información de Servicios al Exterior-SISE, SE, por valor de 12.750 USD, la solicitud de reintegro se realizó el 16 de julio de 2024″, se lee en ella.
Hernández argumentó a EL PAÍS que la Cancillería le giró una partida presupuestal que incluía los recursos para contratar a un profesional especializado. “Se contrató durante tres meses a un abogado para atender la ola de trata de personas y migratoria”, señala. Y se defiende: “Pensé que si nos daban la plata ya se podía usar sin necesidad de permisos. Ese tema está en revisión. Estamos a espera de una contestación a ver si hay que reintegrar el dinero, que me tocaría sacar de mis recursos”. Asegura que no hubo mal uso del dinero y que en la reciente visita del presidente Petro a México le comentó el asunto al canciller Luis Gilberto Murillo.
Fuentes que trabajan en el Consulado, y que pidieron la reserva de su identidad para no poner en riesgo su trabajo, explican a este diario que una subalterna del cónsul sería una de las responsables del error, y que él, en retaliación, ha usado la tarjeta de crédito de la empleada para cobrarse ese dinero. Hernández reconoció a este diario que sí ha utilizado en varias ocasiones la tarjeta de su secretaria y “mano derecha”, pero afirma que no tiene nada que ver con la deuda y que la tarjeta está al día.
Deudas con colectivos de colombianos en México, peleas con arrendadores y un carro nuevo
El martes 2 de julio, Hernández se despidió en su cuenta de X: “Hoy es mi último día como Cónsul General de Colombia en México”, informó. Varias personas respondieron a su trino con reclamos de deudas pendientes. Angélica Dueñas, integrante de una asociación de colombianos en México, es una de ellas: “Sr cónsul, la palabra se honra, usted tiene una deuda de $4,164 (pesos mexicanos) con una organización social de colombianos en México que no cuentan con absolutamente ningún recurso económico. Este dinero lo conseguimos en calidad de préstamo por su compromiso de devolverlo. ¡No se vaya sin pagar!”.
Sr Cónsul la palabra se honra, usted tiene una deuda de $4,164 con una organización social de colombian@s en México que no cuentan con absolutamente ningún recurso económico. Este dinero lo conseguimos en calidad de préstamo por su compromiso de devolverlo. ¡No se vaya sin pagar!
— Angélica Dueñas (@luzanduenas) July 2, 2024
Hernández detalló a EL PAÍS que era una deuda pequeña y que la había asumido una cónsul anterior. “Es solo como un millón de pesos colombianos con la organización Colpas para el tiquete de una víctima. Habían dado un plazo de 90 días para pagar. Ese dinero saldrá de mi bolsillo. Debo estar por pagar en estos días”, señaló.
Ana Paula Rocha, dueña del apartamento en el que vivía Hernández para ese entonces, respondió al mismo mensaje: “Andrés, te he tratado de contactar por ambos teléfonos y por WhatsApp sin respuesta. Sigues con adeudo muy importante a la renta y mantenimiento del departamento donde hoy, 4 julio, sigues viviendo. Veo aquí que anuncias que te vas, estoy segura de que cumplirás con el contrato firmado”. Ante el silencio, insistió: “Andrés, me entero por aquí que te vas. Sigues debiendo la renta del departamento, agua y mantenimiento. Por favor no te vayas a ir de México sin pagarme”. Hernández asegura a EL PAÍS que ya pagó la totalidad de esa deuda y que ahora la señora Rocha le debe el depósito del arriendo.
Unas semanas antes de esos mensajes, llegó a la embajada de Colombia una carta de Elba Huesca Jiménez, dueña del primer apartamento en el que vivió el cónsul en la Ciudad de México. La arrendadora afirma que Hernández incumplió el contrato en el que estaba prohibido tener mascotas, y que 10 meses después de dejar el domicilio aún debía dinero. “Nos percatamos de que el inquilino tuvo un gato viviendo en el departamento, por lo cual dejo el inmueble en total desaseo. Al hacer una revisión exhaustiva nos percatamos que había ocasionado daños mayores, tales como: rasguños de gato irreversibles en la sala de TV, en los sillones de piel”, se lee en la misiva. Y continúa: “De inmediato y de manera atenta, me comuniqué vía telefónica con el señor Andrés, solicitando la reparación de los daños, los rasguños mayores de los sillones de piel con nada se quitan más que volviendo a comprar nuevos sillones cuyo valor es de $50.000 (casi 10 millones de pesos colombianos) y de la limpieza, a lo cual accedió”.
Huesca asegura que Hernández le responde a los mensajes y a las llamadas diciendo que paga “la próxima semana” y que no ha podido hacerlo porque “está en espera de que la embajada le pague”. Por eso envía la carta a la institución. “Le pido que conmine a dicho individuo a cumplir con las responsabilidades en que incurrió en nuestro país, y no se permita que su calidad de diplomático pueda abusar de la buena fe, y la confianza que le fue brindada”, concluye. La embajada le dijo a EL PAÍS que no le debe dinero a Hernández. El cónsul, que aseguró al principio de la entrevista con este medio que no tenía deudas en México, luego reconoció que no ha terminado de pagar el sofá que dañaron sus gatos. “Eso se está pagando, me faltan un par de cuotas”, afirma.
Hernández explica que en Colombia debe 110 millones de pesos de un apartamento, “que le estoy comprando a mi hermana”, y 70 millones de pesos de un crédito de estudios. Pese a las deudas, en los últimos meses compró un carro nuevo. “No he comprado carro con la plata del consulado, yo compré un carro nuevo, pero con mi pareja. Salió de mis recursos y los de él”, afirma. Dice, además, que no le gusta usar el carro del consulado ni los lujos. “Mi oficina me parece muy ostentosa, soy mucho más minimalista”. Personas cercanas a él afirman que este año se fue varias veces de vacaciones a Europa y Estados Unidos.
En su Instagram hay registro de viajes en julio, el mes en que estuvo fuera del cargo. Justamente, la Cancillería afirma que le entregó 14.416 dólares (unos 60 millones de pesos) para que cerrara su residencia en México y regresara a Colombia. Aunque Hernández entregó su cargo, nunca se mudó, y un mes después el presidente lo designó de nuevo. En el decreto de nombramiento queda explícito que seguía viviendo en México. ¿Qué hizo con el dinero público de los viáticos? Algunas personas que lo conocen dicen que se fue de vacaciones a París, él responde que envió algunas cosas de México a la casa de su mamá en Colombia. “El menaje es un derecho adquirido, se puede usar en lo que uno quiera”. Otros cónsules consultados por EL PAÍS aseguran que si uno no va a usar esos recursos públicos para devolverse a Colombia, lo lógico es devolverlos.
Hernández señala que, antes que quedarse con dineros públicos, él ha contribuido. Insiste en que el presupuesto del consulado es bajo, y que muchas veces le toca poner dinero. “Cuando tengo visitas oficiales, me toca comprar los regalos con mi dinero. Desde que llegué, el consulado no tiene presupuesto para eso. Todo sale de mi bolsillo. No tengo gastos de representación. No tengo presupuesto para comidas, ni viajes”. Al preguntarle por su sueldo, Hernández dice que “no es tan alto como cree la gente, después de las retenciones me llegan solo como 11.000 dólares mensuales”. A cambio de hoy, 11.000 dólares son unos 46 millones de pesos colombianos, casi el mismo salario del presidente de la República y cerca de la mitad del dinero de Sonia Cuesta que no le ha entregado desde hace más de un año.